En una habitación llena de gente, ella resaltaba. Tal vez sería por su cabello verde que acompañaba sus delicadas facciones, dado que sus vestimentas ocultaban pudorosamente sus curvas.
- Qué bonita - exclamé hacia mis adentros, luego de que no pude entender el nombre con el cuál se presentó.
La gente no suele llamarme tanto la atención por su apariencia, pero había algo en su semblante, algo diferente. Su piel clara con cicatrices que delicadamente ocultaba y sus poderosos tatuajes que gritaban libertad se enseñoraban en sus movimientos firmes pero no grotescos. Su persona me recordaba la de un alambre de púas que protege una valla, pero oculta tras una enredadera llena de fragantes flores.
Con el correr del tiempo presencié su esmero al tomar apuntes en clases, su siempre prolijo y adornado cuaderno contrastaba con el mío, que más se parecía a un oscuro libro de encantos arcanos o maldiciones lovecraftianas que a un cuaderno de estudio. Dándome ánimos con sus ganas de superarse a pesar de que no siempre le salía perfecto de primera, pero daba lo mejor de sí.
A veces se ofuscaba, pero siempre tenía una palabra de apoyo para quién lo necesitara, aún cuando ella estaba en la misma situación estresante a la que la otra persona se enfrentaba. Y otra vez explotó cómo un huracán al enfrentarse a una injusticia qué sólo ella se percató (también fue quién más la sufrió), y tuvo el valor que no todos tenemos para enfrentarlo y callamos.
Con el paso de los meses descubrí que siempre había amabilidad en sus palabras y acciones para el resto, más no tanto hacia ella. Poniéndose un tope en lo que merece y se permite.
Y mientras más le conocía más se erigía un muro, latente en la oscuridad.
- "Mientras más valioso en tesoro, más feroz será el guardián" - escribí en donde guardo mis ideas y bosquejos.
Todos tenemos una parte que no queremos mostrar, una que guardamos sólo para nosotros y tal vez, para quien se lo pueda ganar, aún cuando creamos que eso tan valioso ya está roto y no tiene más valor que el recuerdo de lo que pudo haber sido de él en otras circunstancias.
Y en ese momento me sentí avergonzado. La belleza es un atributo que todo el tiempo sopesamos más que esas virtudes que transforman algo que se ve bien por algo que te hace bien.
Entonces los conceptos de belleza cambian, y recordás lo difícil que es convencerse a uno mismo con la misma naturalidad que tratamos a los demás.
No puedo dejar de tener en cuenta lo que hace que las personas se vean atractivas pesa mucho hoy en día, pero quienes no pueden verlo en sí mismos se vuelven ciegos a su reflejo, quedando en la mesa de ofertas. Y esa belleza que trasciende llega a desaparecer por un tiempo, hasta que lo vemos reflejado en alguien más. Esa belleza que no puede ser resaltada por algún filtro. Recordándonos que un atributo jamás superará a una virtud.
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